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Su bloque de motor es V8 5.4 ,se beneficia también de los genes del Shelby Mustang GT500KR y ahora entrega una potencia máxima de 540 CV con un par máximo de 691 Nm. Su línea roja está en las 6.250 rpm, suficientes revoluciones para que emita un buen bramido por los escapes. Por supuesto, está sobrealimentado por un compresor.

Entre las mejoras al motor encontramos un nuevo kit de admisión con un filtro de aire cónico, que introduce más cantidad de aire frío al motor, de ahí que se haya tenido que mover la cobra. Además, se ha añadido un resonador entre el filtro de aire y el motor, evitando molestos sonidos en el interior, pero dejando salir por el escape el sonido característico de un Shelby.

El motor va asociado a una nueva caja de cambios de seis velocidades con un revisado sistema de doble embrague. Las mejoras están en sus discos de mayor diámetro, 250 mm, y el material con que están hechos, cobre y fibra de vidrio, que los hace más duraderos.

El chasis del 2010 Shelby Mustang GT500 también se ha mejorado, siguiendo otra vez, las pautas marcadas en el desarrollo del GT500KR, con nuevos muelles y amortiguadores que disminuyen el balanceo de la carrocería y evitando inercias indeseadas.

Las nuevas llantas de aleación son de 19 pulgadas y se visten con neumáticos Goodyear F1 Supercar. Estas nuevas gomas tienen la peculiaridad en sus compuestos, recomendados por SVT a Goodyear, que mejoran el agarre y la respuesta en curvas, reduciendo también el ruido de rodadura.

Como medida auxiliar está el Ford AdvanceTrac, el control de tracción propio de la marca del óvalo. Tienes tres modos: normal, Sport y desconectado. En el primero, se ajusta a la conducción diaria sin más pretensiones, mientras que el modo Sport es el ideal para desfogarse en un circuito sin perder excesivo control del coche. En modo desconectado, pues eso, para los más machos.

El interior sigue las mismas trazas que el 2010 Ford Mustang, pero con nuevos materiales que le dan un toque más exclusivo y que en cierto modo, rememoran a los clásicos Shelby Mustang GT500 de finales de los ‘60. Cuero para los asientos, Alcántara para el volante y los asientos, aluminio para el salpicadero y Thermoplastic Oleofin para los revestimientos del salpicadero y las puertas hacen del conjunto un interior bastante agradable a la vista y supongo que al tacto. Se acabaron los interiores con aspecto plasticoso, esto ya es otra cosa.

Otro elemento clásico es el pomo del cambio de marchas, en blanco como los clásicos, pero al que se le han añadido las bandas características de la carrocería. Un detalle que quizá a muchos no le haga mucha gracia, todo hay que decirlo.

Lo que más me escama es que no hay ni una mísera imagen de la trasera. Ninguna. Y me temo lo peor por lo que se puede ver en el resto de la galería. La parte en plástico negro del paragolpes trasero sigue estando ahí, quizá en forma de difusor, pero demasiado grande como para quedar bien. El resto, brutal.

Estará en el Salón de Detroit, haciendo su aparición estelar junto a su hermano pequeño de doscientos y pico caballos menos. Por cierto, no veo sorpresas destacables en este nuevo 2010 Shelby Mustang GT500, así que aún podemos esperar alguna gran novedad para ese un nuevo capítulo en la historia del Mustang.